DIALOGAR PARA RENACER


Dra. Enoé Texier

Para enmarcar conceptualmente este Foro enfoqué mi reflexión en un binomio que dio lugar al título de esta intervención “DIALOGAR PARA RENACER”.  Voy a introducir algunas ideas que espero que ayuden a comprender el sentido que quisimos dar a este Encuentro.

Decidimos nombrarlo DIÁLOGO INTERRELIGIOSO: EL DESPERTAR DE NUESTRA HUMANIDAD e invitar a representantes de cuatro tradiciones de fe distintas a hablarnos sobre sus particulares experiencias orientadas a promover y ayudar a develar (quitar el velo) la esencia fraternal de la especie humana que parece que está siendo desplazada por las tendencias de muerte y destrucción que azotan la esperanza de vivir en un mundo feliz y en paz.

Yo estoy convencida de que el poder de conmover a las personas en el nivel más profundo, no se origina en declaraciones formales ni en dogmas, sino en las palabras que emanan de las experiencias reales y que transmiten el peso de esa realidad vivida. Nuestros invitados de hoy destacan por esa labor cotidiana de servicio. 

Primero quiero que pensemos que somos seres “relacionales”. Las relaciones son la forma fundamental de nuestra existencia, lo intersubjetivo nos define, porque el “yo”, no existe ontológicamente antes de la relación, el yo necesita de un “nosotros” que se fragua o se forja desde el momento de nuestra gestación en la experiencia compartida. 

La palabra diálogo que viene del latín dialŏgus, a partir de la raíz griega diálogos, remite al de conocimiento mediante la palabra, y por extensión a la conversación entre dos o más personas. Es consustancial a la naturaleza humana. Desarrollar nuestra capacidad de dialogar nos conduce a evolucionar espiritualmente para actuar según los principios del humanismo; porque un genuino proceso de diálogo se basa en el respeto y en el mutuo reconocimiento para el bien común. 

El potencial que tiene ese diálogo genuino alcanzamos a advertirlo en las personas entretejidas por el amor y la confianza, y podemos ver su alcance en la obra de instituciones que como la SGI, URI, la Cátedra Luis Dolan de la UCV, la Compañía de Jesús, Brahma Kumaris, Instituto de Cabala , la Congregación del San José de Tarbes aquí presentes, entre otras, empeñan su servicio a la humanidad comprometidas a crear  la base de una red mundial solidaria de personas comunes dedicadas a ayudarse mutuamente y a entender y resolver problemas locales y globales.

Visto así, el diálogo es un proceso necesario e imprescindible para construir un mundo en el que nadie se sienta excluido y en el que se practique la coexistencia pacífica. 

Ahora bien, en la relación yo-alter, miramos el mundo desde nuestra propia historia enmarcada en un contexto cultural y social específico; cuando los adultos que nos crían nos enseñan a hablar, no sólo estamos incorporando palabras del vocabulario o lenguaje familiar, sino que nos están enseñando una manera de ver el mundo, su propia visión de la realidad, unas determinadas creencias, actitudes y aptitudes.

Ese conjunto de significados que heredamos va a conformar lo que Hans George Gadamer el filósofo alemán llama un rango de comprensión u “horizonte de comprensión”. Es la visión del mundo que nos es familiar con la cual vamos a encontrarnos con el Otro o lo otro.

Necesitamos aprender a abrirnos a lo que nos es “extraño” y “ajeno”, desarrollando la capacidad de escuchar y de apreciar el significado del otro, para reconocer semejanzas y diferencias con nuestros propios significados en la disposición de incorporarlos y ampliar ese rango propio de comprensión, por supuesto, si es para el bien común. Gadamer llama a esto “fusión de horizontes de compresión”, porque en el diálogo, nuestros puntos de vista particulares pueden cambiar y expandirse.

Entonces tenemos que el diálogo evoca una apertura personal a la historia y a la tradición cultural de los demás, e igualmente un compromiso con la otredad; de ese desafío existencial emerge la transformación personal y colectiva, los principios éticos que son aplicables en el encuentro entre individuos, comunidades, naciones y estados.

Estoy convencida de que ese movimiento de intercambio sincero, de aprecio a las diferencias, de reconocimiento de la unidad en la diversidad es posible, cuando nos involucramos con los demás desde nuestro corazón y con el objetivo común de encontrar el bienestar para todos y la alegría de vivir.

Es nuestra esencia humana para el intercambio dialógico lo que nos permite hablar -en medio del caos que nos habita- de posibilidad de re-generar el mundo, en su doble acepción de co-crear y de sanar.

El Dr Daisaku Ikeda, es elocuente en sus Propuestas de Paz 2014 y 2015 cuando nos dice:

“una clave para aliviar el sufrimiento humano yace en ampliar la esfera de la solidaridad humana, reconociendo colectivamente las amenazas a las que todos estamos expuestos, como la incidencia creciente de catástrofes naturales relacionadas con el cambio climático, o los daños ocasionados por el uso de las armas nucleares. Lo único que podemos hacer en todo momento para ayudar a crear esa solidaridad es generar una red más extensa de amistad a través del diálogo.”

“El diálogo nos permite compartir la energía vital más productiva y valiosa de cada tradición espiritual; nos dispone a tener una actitud abierta para experimentar la condición humana en su mayor plenitud, y a iniciar acciones conjuntas poniendo en ello lo mejor de nosotros mismos. Este es el verdadero significado del diálogo interreligioso y del intercambio entre civilizaciones. ”  

En la URI United Religions Initiative, Iniciativa de las Religiones Unidas -red interreligiosa de base global- que tengo el honor de coordinar para América Latina y el Caribe, uno de nuestros pilares es el diálogo interreligioso e intercultural e invitamos a las personas a salvar sus diferencias religiosas y culturales para trabajar juntos por el bien de sus comunidades y el mundo. Estamos convencidos de que es posible sembrar culturas de paz y sanación de la Madre Tierra y de todos los seres vivos.

Particularmente creo que el gran desafío de la humanidad del presente es la transición de una cultura de guerra imposición y dominio, hacia una Cultura de Paz, conciliación y alianza. Esa Cultura de Paz que es tan necesaria para mirar el horizonte de los nuevos Tiempos, no es algo que se decreta, es un quehacer diario respetuoso inspirado en el diálogo genuino y en los más altos ideales del espíritu de convivencia.

En su obra Nuevo Humanismo Daisaku Ikeda nos alerta diciendo:

… creo que el equilibrio que trae cada tradición religiosa entre las fuerzas externas y las inherentes influirá decisivamente en su viabilidad futura. Todos aquellos dedicados a la religión debemos estar muy atentos a este equilibrio, para no tener que repetir otra historia de esclavitud humana a los dogmas y a la autoridad religiosa; para cerciorarnos de que el impulso religioso sirva como vehículo capaz de restaurar y rejuvenecer a la humanidad”

Restaurar y rejuvenecer a la Humanidad es una de nuestras tareas como dice Ikeda, y la buena noticia desde la ciencia y la experiencia sagrada es que, si podemos, porque no es verdad el fatalismo de que los humanos -nuestra especie- tenemos como un defecto de fábrica que nos va a llevar siempre a hacer la guerra para conseguir la paz.  Es cierto que las pulsiones de muerte -el tánatos- (Freud) arremeten, pero también es cierto que eros puede pulsar con la vida, y que podemos entrenarnos, sembrar y cosechar valores, pensamientos y acciones para relacionarnos y convivir pacíficamente. 

Desde este enfoque, la libertad no depende de afuera sino de nosotros mismos, su germen está en nuestro interior, es parte de nuestra biología y de nuestro espíritu, de nuestra capacidad de hacer nuevas combinaciones mentales, de nuestra voluntad de actuar y desplegando el inmanente sentido religioso de la trascendencia. 

¡¡¡Gloria a Dios!!!  por el diálogo precursor de esa humanidad que estamos viendo renacer -casi que como el ave fénix de sus cenizas- y que nos congrega hoy en este acogedor espacio del Kaikan de la SGIV.

Con la SGIV tenemos décadas de acciones conjuntas con URI y la Cátedra Luis Dolan de la UCV que es nuestro brazo académico del CC para el Dialogo aquí en Venezuela. Habíamos venido soñando con este Foro desde hace un par de años, hoy era su momento, estamos aquí uniendo esfuerzos para mostrar -a través del testimonio y la experiencia de nuestros destacados ponentes- que es posible co-crear y despertar la esencia fraternal de la especie humana para lograr la coexistencia pacífica.

DIALOGO Y RENACIMIENTO fue el binomio que orientó esta reflexión, y aquí esta tarde -entre todos- estamos contribuyendo a crear esa nueva Humanidad, eso me hace feliz, porque creo que somos gotas del Espíritu Infinito, y que el tránsito en esta Tierra es para evolucionar, para desplegar las alas de nuestra inteligencia creadora y darnos valor,  apreciar nuestro potencial, estimar nuestra dignidad,  construir nuestra libertad  e incluir nuestra dimensión sagrada.

¡Gracias a todos por acompañarnos en la creación del valor de la Felicidad terrenal!

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